Las puertas son umbrales, pasajes a otros reinos, lugares de misterio y maravilla. Han cautivado la imaginación humana durante siglos, inspirando innumerables historias, mitos y leyendas.
En la mitología antigua, las puertas eran a menudo guardianes de los reinos divinos o del inframundo. En la Biblia, la Puerta del Cielo es un símbolo del paraíso, mientras que las Puertas del Infierno representan la condenación eterna.
Las puertas también pueden ser metáforas de transiciones o nuevos comienzos. La puerta de la adultez, la puerta de la paternidad o la puerta de una nueva carrera son ejemplos de cómo las puertas pueden simbolizar cambios importantes en la vida.
Personalmente, las puertas siempre me han fascinado. Me encanta su capacidad de ocultar y revelar, de proteger y conectar. Una puerta cerrada puede ser un misterio intrigante, mientras que una puerta abierta puede invitar a nuevas aventuras.
Recuerdo una puerta en particular que siempre me intrigó cuando era niño. Estaba en el ático de mi abuela y nunca estaba abierta. Siempre me pregunté qué había detrás, pero nunca me atreví a preguntar.
Un día, cuando tenía unos diez años, finalmente reuní el valor para preguntar a mi abuela qué había detrás de la puerta cerrada. Ella sonrió y dijo: "Oh, nada, solo cosas viejas que ya no se usan".
Pero yo no me lo creí. Sabía que había algo más, algo misterioso y maravilloso. Y aunque nunca descubrí lo que había detrás de aquella puerta, siempre me quedó la sensación de que guardaba un secreto.
Las puertas son más que simples pasajes. Son portales a la imaginación, lugares de posibilidad y misterio. Nos invitan a explorar, a soñar y a descubrir lo desconocido.
Así que la próxima vez que veas una puerta, no te contentes con abrirla. Tómate un momento para pensar en las posibilidades que oculta, en los viajes a los que puede conducir.
Porque todas las puertas, por humildes que parezcan, tienen el potencial de llevarnos a mundos extraordinarios.