¡Respira, amigo, respira!




Las prisas, el estrés y el ajetreo del día a día nos llevan a olvidar algo tan básico e importante como respirar. Respiramos, sí, pero ¿lo hacemos bien?
Yo, como buena hipocondríaca, he sufrido de todo tipo de trastornos respiratorios imaginarios. Desde asma hasta bronquitis, pasando por laringitis y pleuritis. Lo que nunca me imaginé es que la solución a todos mis males estaba en algo tan simple como respirar bien.
Cuando me diagnosticaron ansiedad, la psicóloga me enseñó la "respiración de caja". Es una técnica muy sencilla que consiste en inspirar durante cuatro segundos, aguantar la respiración durante otros cuatro, espirar durante cuatro y volver a aguantar cuatro. Repítelo unas cuantas veces y sentirás cómo la ansiedad se va disipando como por arte de magia.
Además de la respiración de caja, hay otras técnicas que pueden ayudarte a respirar mejor. Por ejemplo, la respiración profunda, que consiste en inspirar lenta y profundamente hasta llenar los pulmones, aguantar unos segundos y espirar lentamente por la nariz. O la respiración alterna, que consiste en tapar un orificio nasal e inspirar por el otro, y alternar.
No importa qué técnica elijas, lo importante es que lo hagas a diario. Notarás cómo tu cuerpo se relaja, tu mente se aclara y tu salud general mejora.
Y es que respirar bien no solo es bueno para nuestra salud física, también lo es para nuestra salud mental. Cuando respiramos profundamente, nuestro cerebro recibe más oxígeno y se activan áreas relacionadas con la calma y la relajación. Por eso, respirar bien es como una especie de meditación instantánea.
Así que ya sabes, respira amigo, respira. No cuesta nada y te puede cambiar la vida.