¿Han oído hablar del SICOR? Pues es un acrónimo para el Servicio de Información y Coordinación de Órdenes Religiosas, creado en 1940 para controlar el mundo de las religiones en España.
Ya me imagino a alguien poniendo los ojos en blanco, pensando: "¡Vamos, hombre, otro complot!". Pero no, no es un complot. Es un hecho histórico.
Pensad en ello. Franco, recién salido de una guerra civil, con un país dividido y un sentimiento de inseguridad flotando en el aire. ¿Qué mejor manera de fortalecer su poder que controlando lo que la gente creía?
Y así nació el SICOR. Un organismo que debía supervisar y coordinar todas las órdenes religiosas, velando por su "buenas costumbres" y su adhesión a los principios del nacionalcatolicismo.
¿Y cómo lo hacía? Pues de formas muy sutiles, como por ejemplo, controlar la entrada y salida de miembros religiosos, censurar publicaciones y libros, o incluso disolver órdenes que no fueran de su agrado.
Por supuesto, no todo era malo. El SICOR también desempeñó un papel importante en la asistencia social, creando hospitales, orfanatos y escuelas. Pero detrás de esas buenas obras, siempre estaba el control.
Hoy en día, el SICOR ya no existe. Fue disuelto en 1979, con la llegada de la democracia. Pero su legado permanece.
El legado del SICOR
Aunque el SICOR ya no está, su influencia aún se puede sentir en la sociedad española.
Por ejemplo, en la desconfianza hacia las órdenes religiosas que aún perdura en algunas personas. O en la dificultad que tienen algunas órdenes para obtener financiación o reconocimiento legal.
Pero más allá de eso, el legado del SICOR es un recordatorio de los peligros del control gubernamental sobre la religión.
Porque la fe es algo personal, íntimo, que debe vivir en libertad. Y cuando el Estado intenta controlarla, es cuando realmente empieza el peligro.
Hace unos años, conocí a una monja que había vivido durante el franquismo. Me contó cómo el SICOR había vigilado sus actividades y cómo había sentido miedo por expresar sus creencias libremente.
Su historia me conmovió profundamente. Me hizo darme cuenta de que el SICOR no fue sólo un organismo burocrático, sino que también tuvo un impacto humano real.
No podemos olvidar el legado del SICOR. Debemos aprender de él para evitar que se repitan los errores del pasado.
Por eso, es importante que todos defendamos la libertad religiosa y nos aseguremos de que el Estado nunca más intente controlar nuestra fe.
¿Qué opinas sobre el SICOR? ¿Crees que su legado aún es relevante hoy en día?