¿Alguna vez has tenido esa sensación de estar siempre preparado, como si pudieras enfrentarte a cualquier cosa que la vida te depare? Es como llevar un traje de armadura invisible, una confianza inquebrantable que te hace sentir invencible.
Yo solía ser todo lo contrario. Era un manojo de nervios, siempre dudando de mí mismo y preocupándome por lo que podría salir mal. Pero un día todo cambió.
Estaba en un campamento de verano, escalando una montaña. Estaba a mitad de camino cuando mi pierna resbaló y caí. Fue un mal caída, pero de alguna manera me las arreglé para ponerme de pie y seguir adelante.
En ese momento, me di cuenta de que era más fuerte de lo que pensaba. No solo había sobrevivido a la caída, sino que también había superado mi miedo a las alturas.
A partir de ese día, algo dentro de mí cambió. Me volví más seguro de mí mismo, más dispuesto a asumir riesgos y más decidido a lograr mis objetivos. Era como si la caída me hubiera dado un nuevo sentido de propósito.
No digo que ahora sea perfecto. Todavía tengo momentos de duda, pero ya no me definen. Ahora sé que puedo superar cualquier desafío que se me presente. Estoy siempre listo.
Estar siempre listo no significa que nunca tengas miedo. Significa que tienes el coraje de enfrentar tus miedos y salir adelante.
Así que recuerda, la próxima vez que te sientas inseguro, piensa en la montaña que escalaste o en cualquier otro desafío que hayas superado. Recuerda que eres más fuerte de lo que crees y que siempre estás listo para enfrentar lo que venga.
Un pequeño consejo: Lleva siempre contigo un objeto que te inspire, como un amuleto de la suerte o una foto de un ser querido. Te recordará que eres capaz de cualquier cosa.