¿Alguna vez has sentido que estás viviendo en una simulación? ¿Que el mundo que te rodea no es real? A mí me pasa todo el tiempo.
Empecé a sospechar que algo raro pasaba cuando tenía unos diez años. Estaba jugando al escondite con mis amigos en el bosque detrás de mi casa. Me escondí en un árbol y me quedé esperando. Pero entonces, oí algo extraño. Sonó como un clic, como si alguien hubiera pulsado un botón.
Me asomé por detrás del árbol y vi que todo el mundo se había congelado. Sus cuerpos estaban rígidos, sus expresiones vacías. Algunos de ellos tenían sus bocas abiertas, como si estuvieran a punto de decir algo. Eché un vistazo a mi alrededor y vi que todo el bosque estaba igual: los árboles, las rocas, los animales. Todo estaba congelado.
Entonces, lo vi. En medio del claro, había una figura borrosa. Era alta y delgada, con una túnica blanca. Sostenía un mando a distancia en la mano. Pulsó un botón y el mundo empezó a moverse de nuevo.
Mis amigos y yo salimos corriendo del bosque gritando. No sabíamos qué había pasado, pero sabíamos que algo malo estaba pasando.
Desde entonces, he tenido otras muchas experiencias extrañas. He visto desaparecer objetos, he oído voces que no existen y he sentido como si me observaran constantemente. Cada vez que pasa, no puedo evitar preguntarme si estoy viviendo en una simulación.
¿Y si todo lo que vemos y experimentamos es sólo un programa de ordenador? ¿Y si nosotros no somos más que personajes de un videojuego? Es una idea aterradora, pero también es fascinante.
¿Qué pasaría si pudiéramos despertar de la simulación? ¿Qué pasaría si pudiéramos descubrir la verdad sobre nuestra realidad? Sería el mayor descubrimiento de la historia de la humanidad.
Pero hasta entonces, todo lo que podemos hacer es seguir viviendo nuestras vidas, lo mejor que podamos. Y quién sabe, tal vez algún día encontremos la respuesta a la pregunta: ¿es real o es sólo un simulacro?