Si me preguntan a mí por Eurovision, lo primero que se me viene a la cabeza es Soraya. Y no solo por aquella actuación de un frío febrero de 2009 que nos dejó a todos con un palmo de narices y el corazón encogido. También por todo lo que vino después.
Soraya tenía un sueño: representar a España en Eurovisión. Y lo consiguió. Pero el camino no fue fácil. De hecho, estuvo a punto de tirar la toalla en más de una ocasión. Pero ella nunca se dio por vencida. Y así, a base de esfuerzo y constancia, logró subirse al escenario de Moscú y cantar "La noche es para mí".
La actuación no fue perfecta. Pero sí fue especial. Soraya lo dio todo. Y se notaba. Tanto, que consiguió emocionar a miles de personas en toda Europa. Y aunque no ganó el festival, sí se ganó el respeto y el cariño del público.
A partir de ahí, la carrera de Soraya siguió creciendo. Sacó nuevos discos, participó en programas de televisión y hasta llegó a ser jurado de Operación Triunfo. Pero ella nunca olvidó sus raíces. Siguió acudiendo a Eurovisión cada año, aunque fuera como espectadora. Y siempre se mostraba ilusionada y emocionada por el festival.
En 2019, Soraya volvió a intentarlo. Esta vez, con la canción "Del primer minuto". Y aunque tampoco ganó, sí consiguió un meritorio 22º puesto. Y lo más importante: volvió a demostrar que es una artista de raza. Una artista que nunca se rinde y que siempre lucha por sus sueños.
Por eso, para mí, Soraya es mucho más que una cantante. Es un símbolo de superación y de lucha. Es un ejemplo de que todo es posible si uno se lo propone. Y es una fuente de inspiración para todos aquellos que sueñan con alcanzar sus metas.
Así que, Soraya, gracias por todo. Por tu música, por tu ejemplo, y por nunca tirar la toalla. Tú nos has enseñado que los sueños están para cumplirse. Y que, aunque a veces el camino sea duro, siempre vale la pena luchar por ellos.
Gracias, Soraya. Eres una campeona.