El fútbol, el deporte rey, nos ha regalado innumerables momentos de emoción, pasión y, por supuesto, enfrentamiento. La tarjeta roja, ese cartón que expulsa a un jugador del campo, se ha convertido en un símbolo de la confrontación, la rivalidad y la agresividad dentro de las líneas de cal.
Pero lo que sucede en el terreno de juego no siempre se queda ahí. A menudo, el enfrentamiento traspasa los límites del campo y se traslada a la sociedad, donde la tarjeta roja se convierte en una metáfora de la división y la polarización.
La tarjeta roja, lejos de ser solo un instrumento disciplinario en el fútbol, se ha convertido en un reflejo de la confrontación que impregna nuestra sociedad. La agresividad, la intolerancia y la falta de respeto hacia los demás están minando los cimientos de la convivencia y nos están llevando a un estado de polarización y división. Es hora de sacar la tarjeta amarilla, la del aviso, y reflexionar sobre el camino que estamos tomando.
¿Queremos una sociedad donde la tarjeta roja sea la norma?Debemos apostar por el diálogo, el respeto y la tolerancia. Debemos aprender a escuchar a quienes piensan diferente y a buscar puntos en común. Solo así podremos construir una sociedad donde la tarjeta roja sea una excepción, no la regla.
El deporte puede ser un ejemplo de convivencia y respeto. En el campo, los jugadores se enfrentan, pero al final del partido se dan la mano y reconocen el esfuerzo del rival. Traslademos ese espíritu al resto de ámbitos de nuestra vida. Dejemos de sacar la tarjeta roja y empecemos a mostrar la tarjeta verde de la paz y la armonía.