El pasado 28 de mayo, un fuerte temblor sacudió la ciudad de Cusco, en Perú, dejando a varios heridos y causando daños en edificios y viviendas.
Yo estaba en mi casa cuando ocurrió el temblor. Sentí un fuerte estruendo y la tierra comenzó a temblar violentamente. Salí corriendo a la calle y vi que la gente gritaba y corría en todas direcciones.
Los edificios se balanceaban y algunas ventanas se rompieron. El caos reinaba en las calles. Las sirenas de las ambulancias y los bomberos sonaban por todas partes.
Afortunadamente, no hubo víctimas mortales, pero sí varios heridos. Los daños materiales fueron considerables, con muchos edificios y viviendas dañadas.
El temblor fue un fuerte recordatorio de la fragilidad de la vida y de la importancia de estar preparados para los desastres naturales.
En los días posteriores al temblor, la gente de Cusco se unió para ayudar a los damnificados. Los voluntarios distribuyeron comida, agua y ropa a los que habían perdido sus hogares.
El temblor fue una experiencia aterradora, pero también mostró el espíritu de solidaridad y resiliencia de la gente de Cusco.
Espero que mi historia sirva para crear conciencia sobre la importancia de la preparación para desastres naturales y para recordar que incluso en los momentos más difíciles, siempre hay esperanza.