¡Buenos días, queridos lectores! Hoy, con el corazón latiéndome en el pecho, les escribo estas palabras para compartir con ustedes mi experiencia durante el reciente temblor que sacudió nuestra ciudad de Lima.
Era una mañana tranquila y soleada, como tantas otras. Me encontraba en mi escritorio, ocupado con mi trabajo, cuando de repente la tierra comenzó a temblar. Al principio, fue un leve temblor, pero rápidamente se intensificó, sacudiendo los edificios y haciéndome perder el equilibrio.
En ese momento, el tiempo pareció detenerse. Mi mente quedó en blanco, y solo podía pensar en mi seguridad y en la de mis seres queridos. Me aferré a mi escritorio con todas mis fuerzas, tratando de mantenerme estable.
Los segundos se hicieron eternos. El temblor continuó, cada vez más fuerte, hasta que finalmente alcanzó su punto máximo. Fue entonces cuando sentí un miedo que nunca antes había experimentado. No sabía qué hacer ni dónde ir.
Pero en medio de ese caos, una voz tranquila me recordó lo que debía hacer. Había practicado simulacros de terremoto muchas veces antes, y ahora era el momento de ponerlos en práctica.
Tomé una respiración profunda y me agaché debajo de mi escritorio, protegiendo mi cabeza y mi cuello. Los segundos se hicieron minutos, y los minutos se convirtieron en horas. Mientras esperaba a que el temblor pasara, no podía evitar pensar en la fragilidad de la vida y en lo importante que es estar preparado.
Finalmente, el temblor cesó. Me levanté de debajo del escritorio, temblando y aliviado. Había sobrevivido, y lo había hecho gracias a mi preparación.
Sé que muchos de ustedes también sintieron el temblor, y quiero compartir con ustedes algunos consejos importantes para recordar en caso de un terremoto.
Quiero enfatizar la importancia de estar preparados. Nunca sabemos cuándo ocurrirá un terremoto, pero al estar preparados podemos protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.
También quiero dar un agradecimiento especial a los socorristas y voluntarios que trabajaron incansablemente para ayudar a las víctimas del terremoto. Su valentía y compasión son un testimonio de la fuerza del espíritu humano.
Recuerda, queridos lectores, los terremotos son parte de la vida en Lima. Pero al estar preparados y mantener la calma, podemos superarlos juntos.
¡Cuídense y hasta la próxima!