Recuerdo vívidamente aquel día de mayo. El cielo se oscureció de repente, y el viento empezó a soplar con fuerza, sacudiendo los árboles y haciendo volar los escombros.
Yo estaba en mi casa, a punto de salir para hacer unas compras, cuando escuché un estruendo ensordecedor. Corrí a la ventana y vi un vórtice gigantesco que se acercaba a toda velocidad.
El tornado pasó justo por encima de mi casa, arrancando tejados y derribando paredes. El pánico se apoderó de mí cuando vi cómo los árboles se doblaban como si fueran fideos y los coches salían volando por los aires.
Mientras el tornado se alejaba, dejaba a su paso un rastro de destrucción. Calles enteras quedaron bloqueadas por escombros, y cientos de personas se quedaron sin hogar.
Entre los afectados, conocí a María, una madre soltera que perdió su casa en el tornado. Me contó cómo ella y sus dos hijos pequeños se escondieron en un armario mientras el tornado pasaba por encima de ellos.
"Fue una pesadilla", dijo María. "Creí que íbamos a morir".
Otra historia desgarradora fue la de Juan, un hombre mayor que perdió a su esposa en el tornado. Juan me dijo que estaba en el jardín cuando vio el tornado acercarse. Corrió hacia su casa para buscar a su esposa, pero era demasiado tarde.
"Ella era mi todo", dijo Juan, con lágrimas en los ojos. "No puedo creer que se haya ido".
El tornado de Toluca fue un trágico recordatorio de la fuerza de la naturaleza. Pero también nos enseñó algunas lecciones valiosas.
El tornado de Toluca fue una experiencia que cambió mi vida. Me enseñó la importancia de valorar cada momento y de estar preparado para lo inesperado.
También me enseñó el poder de la esperanza y la resiliencia. A pesar de la destrucción, la gente de Toluca se levantó y reconstruyó sus vidas. Son un testimonio del espíritu indomable del ser humano.
Espero que este artículo sirva como un recordatorio de la importancia de la preparación, la comunidad y la gratitud.