Cuando abordé el avión, todo parecía tranquilo. El despegue fue suave y la tripulación parecía amable y profesional. Sin embargo, a pocas horas de iniciado el vuelo, todo cambió.
De repente, el avión comenzó a sacudirse violentamente. Las luces parpadeaban y el aire se volvió espeso con el miedo. Yo estaba sentado cerca de una ventana y podía ver cómo las alas se doblaban y flexionaban, como si estuvieran a punto de partirse.
La gente gritaba y lloraba, mientras los auxiliares de vuelo luchaban por mantener la calma. Yo me aferré a mi asiento con fuerza, rezando por que no fuera mi último aliento.
La turbulencia duró lo que parecieron horas, pero en realidad fueron sólo unos minutos interminables. Por fin, el avión se estabilizó y las luces volvieron a encenderse. Sin embargo, el miedo se había apoderado de mí y no pude calmarme.
Han pasado unos días desde mi vuelo, pero todavía me cuesta olvidar la experiencia. Sin embargo, también me ha enseñado algunas lecciones valiosas sobre cómo afrontar las situaciones difíciles.
Si tienes que volar en un futuro próximo, te deseo un vuelo tranquilo y sin turbulencias. Pero si sucede lo peor, recuerda que no estás solo y que puedes superar cualquier cosa.