El 28 de enero es una fecha que siempre me trae recuerdos nostálgicos. Fue un día que cambió mi vida para siempre.
Recuerdo ese día como si fuera ayer. Era una mañana fría y soleada, y yo estaba a punto de salir de casa para ir a la escuela. Mi madre me dio un beso y me dijo:
No sabía que sería el último día que la vería.
Ese día, en la escuela, todo fue normal al principio. Tuve clases, comí en la cafetería y charlé con mis amigos. Pero durante la última clase, ocurrió algo terrible.
De repente, escuchamos un fuerte estruendo. El suelo empezó a temblar y las luces se apagaron. El pánico se apoderó de la clase y todos gritamos.
El terremoto fue devastador. El edificio se derrumbó y yo quedé atrapada bajo los escombros.
Pasé horas atrapada en la oscuridad, sin saber si alguien vendría a rescatarme. Estaba asustada y sola, pero también estaba decidida a sobrevivir.
Finalmente, oí un sonido. Alguien estaba cavando entre los escombros. Llamé con todas mis fuerzas y, poco a poco, me sacaron.
Cuando salí, me enteré de que mi madre había muerto en el terremoto. Fue un golpe terrible, pero también me dio fuerzas para seguir adelante.
A partir de ese día, el 28 de enero se convirtió en un día de recuerdo y reflexión para mí. Es un día en el que pienso en mi madre y en todas las personas que perdimos ese día.
También es un día en el que celebro la vida y la resiliencia. A pesar de todo lo que he pasado, he logrado superar la adversidad y reconstruir mi vida.
El 28 de enero es un día que me recuerda la importancia de las personas que amamos. Es un día para apreciar cada momento que tenemos con ellas.
También es un día para mirar hacia el futuro con esperanza. Sé que la vida puede ser dura, pero también sé que podemos superarla juntos.
Así que hoy, 28 de enero, celebro la vida, el amor y la resiliencia. Que este día sea un recordatorio para todos nosotros de que incluso en los momentos más oscuros, hay esperanza.