Una historia de fe, esperanza y milagros
La devoción a la Virgen del Rosario es una de las más antiguas y extendidas en la Iglesia Católica. Se remonta al siglo XIII, cuando la Virgen María se le apareció a Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de los Dominicos. En esta aparición, la Virgen le entregó a Santo Domingo el Rosario, un instrumento de oración que consiste en una serie de cuentas que representan los misterios de la vida de Cristo y la Virgen María.
La devoción a la Virgen del Rosario adquirió especial importancia durante la Batalla de Lepanto en 1571. En esta batalla naval, la flota cristiana, liderada por Don Juan de Austria, se enfrentó a la flota otomana, mucho más grande y poderosa. Antes de la batalla, el Papa Pío V pidió a los cristianos que rezaran el Rosario por la victoria. Y así fue: la flota cristiana, aunque en inferioridad numérica, salió victoriosa gracias a la intercesión de la Virgen del Rosario.
La victoria en Lepanto convirtió a la Virgen del Rosario en la patrona de los marineros. Por ello, muchas iglesias y capillas portuarias están dedicadas a ella, y muchos barcos llevan su imagen como protección.
A lo largo de los siglos, se han atribuido innumerables milagros a la intercesión de la Virgen del Rosario. Enfermos que han sanado, pecadores que se han convertido, naufragios que se han evitado... Son solo algunos ejemplos del poder de su intercesión.
Hoy, la devoción a la Virgen del Rosario sigue viva en todo el mundo. Millones de católicos rezan el Rosario diariamente, buscando la protección, la guía y la ayuda de la Madre de Dios. Es una devoción que, como la propia Virgen, permanece a nuestro lado en todo momento, brindándonos consuelo, esperanza y amor.