El ambiente en el Weserstadion era palpable. Los aficionados locales ardían en deseos de ver a su Werder dar la campanada ante el todopoderoso Bayern. Y, creedme, el partido no defraudó.
El Bremen, con un planteamiento defensivo, aguantó el empuje inicial del Bayern. El gigante bávaro asediaba la portería local, pero el guardameta Pavlenka se erigía como un muro infranqueable.
En el minuto 30, el Werder dio la sorpresa. Un rápido contragolpe liderado por Füllkrug culminó con un golazo que hizo estallar de júbilo las gradas. El Bayern se vio obligado a reaccionar, y no tardó en nivelar el marcador con un tanto de Lewandowski.
La segunda parte fue un auténtico carrusel de emociones. El Bayern, con su inagotable arsenal de calidad, se adueñó del control del juego y comenzó a perforar la portería del Bremen a placer. Gnabry, Müller y Sané anotaron tres goles en apenas 15 minutos, dejando el marcador en un 1-4 que parecía definitivo.
Sin embargo, el Werder no bajó los brazos. Animados por su hinchada, los locales volvieron a la carga y, en el minuto 85, lograron recortar distancias con un cabezazo de Pieper.
La emoción se disparó en los últimos instantes. El Bremen, con más corazón que cabeza, se lanzó al ataque en busca del empate. Pero el Bayern, fiel a su estilo, administró su ventaja y supo aguantar el resultado hasta el pitido final.
El partido concluyó con un 2-4 que dejó al Werder Bremen con un sabor agridulce. Por un lado, habían demostrado que podían plantar cara al todopoderoso Bayern. Por otro, el resultado final dejaba un poso de frustración.
Para el Bayern, esta victoria supone un nuevo paso hacia su décimo título consecutivo de Bundesliga. El equipo de Nagelsmann sigue imparable, y cada vez parece más claro que nadie podrá arrebatarles la corona.
En definitiva, el Werder Bremen-Bayern fue un partido vibrante, lleno de emociones y que pasará a la historia como una de las noches más especiales que se han vivido en el Weserstadion. ¡Hasta la próxima, amigos!